Tom tragó saliva sin dejar de mirar sus ojos. Estaba tan lastimada; Así que asintió lentamente.
Ella se adelantó unos cuantos pasos para poder sentarse cerca del arroyo. Él hizo lo mismo.
-Mi vida como muchas otras personas no ha sido fácil. No tuve la suerte de tener padres normales y que tuvieran la posibilidad de amar a sus hijos.
“Mi madre estaba estudiando para una carrera de abogada. Mi nana o sea su mamá estaba orgullosa de ella. Era como toda madre que quiere a sus hijos. Era la única que la apoyaba, ya que todos sus hijos viajaron lejos o se mudaron a otra ciudad. Mi nana estaba segura de que ella era completamente diferente a todos sus hijos. Después del fallecimiento de mi abuelo ella era la única capaz de seguir manteniendo a mi abuela. Hasta que tuvo que aparecer mi padre, quien también era abogado. Él la llevó a muchos lugares que quizá ella en su vida no conoció. Se enamoraron y decidieron casarse.
Desde ahí ya todo comenzó mal. Los viajes entre ellos eran cada vez más largos y eran meses los que ya no veía a mi nana. Cada vez que la veía su actitud era más grosera y egoísta. Solo pensaba en su esposo y nada más. La abuela se resignó tanto que perdió las esperanzas.
Una noche, mi madre llamó desesperada a mi abuela. Estaba embarazada y lo que ella menos quería era un hijo en su familia. Quería algo para abortar el bebe enseguida. Para ella quizá era una mala noticia, pero para mi abuela era como si le hubieran dicho que su esposo había vuelto a vivir.
Hizo de muchas formas para convencerla de que se quedara con su hijo, que ella lo cuidaría con tal de que se quedara con su hijo. Y así lo fue, solo con esa condición aceptó quedárselo. Nació Sarah y aun así mi madre no sintió tanta compasión por aquella hija, y lo dejó a cargo de mi abuela. Dos años después mi madre había vuelto a quedar embarazada aunque esta vez era todo diferente. Esta vez quería abortarlo sin importar lo que fuera. Estaba cansada de tener que dar a luz dos veces seguidas así que hizo de todo para tratar de evitar que naciera. Pero mi nana, mi abuela, hizo todo lo posible para que volviera a quedársela. La cuidó, pagó muchos de los gastos y continuó ayudándola hasta que se cumplieron los nueve meses. Solo desde ahí mi madre tuvo un poco más de compasión. Le era difícil vernos crecer con rapidez y que no tuviera tiempo para cuidarnos cada vez que venía a visitar a su mamá, así que todos los gastos ya iban hacia ella.
Mi nana se divertía tanto con nosotras, jugando, riendo, enseñando. Solo recuerdo que con ella aprendí mucho más cosas buenas que pude haber conocido.
Cuando cumplí mis once años, mi madre llegó con la sorpresa para llevarnos por primera vez a nuestra casa. Mi nana lo impidió tantas veces que incluso pelearon.
-Ellas no son tus hijas –reclamó furiosa.
-Son mis hijas –fue lo último que dijo antes de arrastrarnos al carro llorando viendo como nos íbamos lentamente de la casa a la que nos habíamos criado.
Mi madre estaba completamente feliz, nos enseñó nuestras propias habitaciones, nos dieron todo el dinero que alguien pudo haber querido. Nos consintieron ese día, de lo que antes no pudieron hacer. Mi padre solo se limitaba a leer el periódico y a dedicarnos esa sonrisa farsante. De algún momento los odié por haber arrebatado lo que yo mas amaba; A mi nana.
El primer día que dormí en casa tuve que dormir junto a mi hermana. Era tan extraño que de estar viviendo en algo humilde, ahora estuviéramos viviendo en una mansión con todos los lujos que un niño pudiera desear.
El primer viaje de mis padres fueron una desolación y algo completamente extraño a lo que habíamos vivido. La casa se sentía demasiado fría y desolada. A pesar de estar rodeada de gente como nosotros, en ningún momento pude identificarme con alguien así.
-Debemos irnos –advertí a mi hermana demasiado preocupada- nana debe de estar preocupada.
Solo en ese momento pude sentir el gran significado de su apodo. “Nana” era mi niñera perfecta y le tenía un cariño y estaba segura de que se trataba algo parecido al amor que uno le tiene a una madre. Ella había sido mi madre. Casi parecido a Mamá. Quería estar con ella sin tener estos lujos.
-Cierra la boca –contestó- ellos son nuestros padres de ahora en adelante. Están arrepentidos. Tienes que perdonarlo.
-Yo la extraño –chillé- quiero estar con ella.
-Yo también –admitió con cierta tristeza- pero ahora este es nuestro hogar.
Me resigné y eso fue todo. Era pequeña y todo el tiempo sentía la necesidad de escuchar a mi hermana. Me parecía que todo lo que decía sonaba lógico y cierto a la vez. Pero solo era una niña.
A mis trece años –después de solo haber vivido dos años a lo que supuestamente estaban mis padres- comencé acostumbrarme. Aun me parecía todo nuevo. Cada paso que daba era extraordinario, nuevo y también estaba mi otro lado que seguía extrañando a mi nana. Mi mamá no nos tenía permitido hablar con ella más que por teléfono; Y tenía que ser con autorización de mis padres, pues ni siquiera podía saber su número. Sonaba dolida cuando hablaba con nosotros, pero las veces que la llamábamos se estaba haciendo menos frecuente. Hasta después de los trece que ya no tuve contacto con ella. Los lujos me envolvieron en un tornado imposible de salir. Lujo tras lujo, mis padres nos mimaban demasiado. Fue realmente extraño el día que me probé mi primer vestido. Era color rojo, demasiado sencillo, pero desde ese momento pude verme frente al espejo y sentirme bonita. Los zapatos fueron lo mejor, pues me habían levantado cinco centímetros más de mi altura. El maquillaje fue otro gran paso y eso solo me hizo sentirme mucho más feliz y hermosa.
-Prepárate con tu mejor vestido –sonrió mi hermana- está noche saldremos de antro.
-¿Crees que podrán dejarme pasar? –pregunté ansiosa y llena de curiosidad. Incluso, fácilmente pude hacer una sonrisa.
-En este antro no piden que sean mayores de edad –dijo Sarah despreocupada- mis amigas tampoco tienen dieciocho así que iremos a un lugar donde no nos pidan ser mayores de edad.
-De acuerdo –asentí completamente feliz.
Vestido, maquillaje, zapatos, accesorios. Qué más podía pedir. Estaba feliz.
No me sorprendía que mi hermana ya hiciera amigas, ella era más sociable que todas las demás personas así que no le daba tanta importancia.
Sus amigas eran amigables y más si el tema se trataba del dinero de los padres. Éramos mimadas por padres con mucho dinero y eso nos hacía sentir mucho en común.
Al bailar al ritmo de la música fue lo más enloquecedor que tuve durante toda mi larga vida. Me apasioné del baile y me encantó por completo. Bailé con mis amigas hasta que una mirada de un chico captó toda mi atención. Me sonrió. Ningún chico me había hecho eso y eso me maravilló por completo. Llegó a mí y bailamos durante un largo rato. Mi hermana solo reía bailando junto a sus amigas. Aquel chico era demasiado apuesto así que no le di tanta importancia a las demás cosas.
-¿Qué edad tienes? –Me dijo al oído-.
-Tengo trece –respondí inocente.
En cuestión de segundos aquel chico había desaparecido de entre mis brazos. No entendía por qué mi edad era tan mala. Tal vez era demasiado joven.
Lo primero que hice al llegar a mi casa fue mirarme al espejo. Empecé analizar las nuevas sensaciones y las nuevas cosas que había visto esa noche.
¿Mi rostro podría lucir más grande? Quizás, ese chico había preguntado por mi edad, así que podría intentar mentir.
Y así lo hice.
La noche siguiente otro chico se me había acercado a mí y así lo hice.
-Diecisiete –mentí-.
-Te puedo llevar a ti y a tus amigas a un lugar mucho mejor que este. Yo las dejaré entrar a un lugar donde no pueden entrar menores.
-¡En serio! –Exclamé llena de ilusión-.
Él asintió confiado y yo asentí de igual manera.
Me sorprendió que solo con una seña por parte del chico nos dejaran entrar sin pedirnos identificación.
Otro mundo nuevo vino demasiado extraño para mí. Gente mayor a mí alrededor, chicos más guapos y con un cuerpo que jamás había visto. Todo me parecía irreal, lo que veía frente a mis ojos.
-Bailemos –me pidió el chico seduciéndome.
Con una sonrisa tímida me acerqué a él. Pero bailamos al son de la música; simplemente fue fascinante.
-¿Cuál es tú nombre? – le pedí fingiendo interés.
-Ray –contestó.
-Lindo nombre.
-Gracias, pero vine a ti por otra causa diferente.
-Dime –volví a fingir interés.
-Sexo –me susurró.
Una palabra muy nueva para mí. Pero fue lógico que negara al adentrarme algo que desconocía completamente. De nuevo volví a llegar a mi casa para investigar un poco de “sexo”.
Al conseguir la información intenté conseguir todo tipo de videos. Como llamaban “pornografía” era demasiado extraño y me asustó al ver eso. Por supuesto que de ahí me enteré del periodo que llegaba cada mes y eso me asustó más. Sin dejar a un lado lo asqueroso que era ver eso”
-Lo siento –se avergonzó Alex al tener que recordar esa parte.
-Continua –contestó Tom riendo un poco.
Suspiró y asintió libremente.
“Las posiciones, lo que el pene tenía que atravesar…..en fin, un sinfín de cosas.
-Qué asco –concluí- pensar que ese chico me habría pedido eso.
En mi cama pensaba en todas las cosas nuevas que rondaban en mi cabeza. Todo el tiempo estaba imaginando a mis padres para entender como era que me habían creado. Eso fue aun peor. Simplemente no podía creerlo.
Lo peor de todo era entender lo que esos chicos pedían. Noche tras noche me pedían tener sexo, sexo, sexo. Estaba harta de que cualquier chico que se me acercara me pidiera lo mismo. Era lógico que todo esto no se lo contaba a mi hermana, me daba vergüenza así que lo ocultaba. Fingía tener una sonrisa en el rostro cada vez que un chico me lo pedía.
-Ya no quiero salir –le comenté a mi hermana mirando cómo se arreglaba en el baño.
-No digas eso –dijo ella- ¿No te das cuenta el poder que tienes con los chicos?
-¿Poder? –estaba confundida.
-Míralo de esta forma. Cada noche se te acerca un chico nuevo. Tú bailas con ellos y de repente comienzan a susurrarte cosas. Más chicos mueren por estar a tu lado y los rechazas sin ni siquiera darte cuenta.
Mis ojos quedaron de par en par al escuchar aquellas palabras. Ni siquiera me había dado cuenta en eso y me sentí feliz y orgullosa. Era bonita, hermosa y sentí el poder que mi hermana me había dicho.
Esa noche fue diferente. Utilizamos el nombre de Ray para que nos dejaran entrar. Luego de eso comencé a bailar para muchos chicos. Ahora era mi turno de elegir.
Bailamos y podía sentir el control que tenía sobre mí. Fue algo extraordinario y fuera de lo común. Me gustó.
No fue una excepción que ese chico me pidiera sexo. Pero por primera vez en toda mi vida, acepté.
Me largué junto con él para que me llevara a su casa. Dijo que no habría nadie en su casa así que no habría problema. Fingía estar tranquila pero mis piernas me temblaban, era mi primera vez y esto me estaba volviendo loca. En momentos quería salir corriendo del carro y llegar a mi casa, pero tenía la curiosidad de saber que se sentía aquello.
Al llegar a su casa me tomó de la mano hasta llegar a la puerta. Fue un alivio que no tuviera que tomar todo el tiempo mi mano temblorosa. Él pudo notarlo pero simplemente se reía.
Se equivocó. Ahí adentro estaba su hermano mirando la habitación. No pude evitar mirarlo, era mucho más apuesto que su hermano.
-Pensé que no había nadie se dirigió a él un tanto molesto.
-Mis padres se fueron de viaje y dijeron que te cuidara –respondió su hermano sin dejar de reír.
Se quejó pero sintió la necesidad de presentarnos.
-Ella es Lexa-
-Alex- corregí dándole un apretón de manos. Fue cálida su mano.
-Mucho gusto –saludó maravillado – yo soy Joshua y eres muy hermosa.
Me avergoncé completamente. Luego de eso miró a su hermano con un ademan de advertencia.
-¿Qué sucedió con Nicole? –Preguntó Joshua- Ayer te había visto con ella.
-No es asunto tuyo –respondió el otro y me jaló del brazo para dirigirnos hacia su habitación. No supe que hacer.
Al mirar hacia tras pude ver el rostro de un chico preocupado por mí. Solo ahí comprendí lo que estaba a punto de hacer. Iba a hacer un objeto de placer para él por la simple curiosidad. Me detuve enseguida.
-No puedo –le grité a punto de cerrarle la puerta.
El solo se quedó perplejo por lo que le decía. Caminé rápidamente hacia la puerta no sin antes echarle una mirada a su hermano, quien indudablemente me había salvado de algo. Pero no estaba.
No quise darle tanta importancia así que me dirigí hacia la salida por temor a que el otro chico llegara por mí a la fuerza.
Pero algo mejor chocó frente a mí. Su hermano sonreía de oreja a oreja mostrándome unas llaves cercas de mi rostro.
-¿Te llevo? –preguntó sin dejar de sonreír.
Me dejó estupefacta pero no tuve nada de miedo así que acepté que me llevara. También esto era demasiado nuevo para mí. El que un chico me llevara a mi casa me parecía extraño, algo fuera de lo normal pero simplemente me hizo sentirme algo mejor y tranquila.
-Eras demasiado hermosa para que fueras un objeto –comentó con una sonrisa que me intimidó- no dejes que nadie te trate de esa forma.
No respondí nada. Me sentí llena de temor y me sentí tan cobarde que solo asentía rápidamente la cabeza.
Le di la dirección sin mirarlo, intentaba mirar a las calles y contemplar bajo mi mente la única escena en la que yo pude haber tenido algo con su propio hermano.
-¿Qué edad tienes? –preguntó y ahora me sentí obligada a mentir para que me volviera aceptar.
-17 –respondí a secas.
-Estás mintiendo –me sorprendió aquello. Nadie lo había notado. Automáticamente voltee con él para tratar de entender como era que lo había descubierto. –Tu rostro me parece más pequeño –continuó con una sonrisa que ya comenzaba a gustarme- tus labios, tus ojos, tu nariz…todo es más pequeño. ¿Porqué mentir? ¿No te gusta tu edad?
-No soy aceptada con los chicos mayores –era claro que ellos se fijaban más en la edad.
-No lo entiendo –dijo confundido rascándose la cabeza- ¿Porqué no querrían a alguien de tu edad?
-Sexo –respondí irónica poniendo los ojos en blanco. Luego de pensarlo bien quise haberme callado.
-¿Sexo? –Preguntó a carcajadas- ¿Tú quieres tener sexo?
-No –me precipité a decir- es solo que….
-¿Entonces? –me interrumpió enarcando las cejas- a mi no me gusta tener sexo, me gusta hacer el amor. Tener relaciones con una chica que deberás me ame como yo a ella, aunque todo lleve a su tiempo, no a la primera noche.
¿Hacer el amor? Esa pregunta se hizo frecuente en mi cabeza. ¿Era lo mismo? No lo sé, pero estaba recibiendo algunas cosas nuevas a mi vida.
-Eres muy pequeña –me miró con cariño- no lo eches a perder.
Sus palabras fueron tan dulces que me sonaron como campanadas. Sus consejos me parecieron tan correctos y sentí la necesidad de hacer lo correcto.
Habíamos llegado y la charla que había tenido con ese chico me pareció mucho más genial que salir de fiestas todas las noches. Pero de pronto otro recordatorio en mi cabeza floreció de nuevo. Él me había dicho que era pequeña.
Agaché mi cabeza muy decepcionada y seguí caminando hasta mi casa. Él me acompañó hasta llegar a mi puerta. ¿Qué estaba haciendo? Me pregunté dentro de mi cabeza.
-Gracias –le tendí la mano tímida- es muy gentil de tu parte.
-De nada- me sonrió y me apretó la mano con mucho cuidado, después de eso se acercó tan rápido a mí y me dio un pequeño beso en la mejilla.
Yo toqué mi mejilla al instante temiendo que se perdiera el tacto que había dejado en mí. Su aroma se había quedado bien grabado en mi nariz y su mejilla en la mía.
-Quisiera visitarte más seguido si no es problema –dijo antes de subir a su carro- ¿Crees que habría algún inconveniente en eso?
-Para nada –contesté aturdida. Todo me pareció un borrón a mis alrededores que me dejé llevar por esas sensaciones. Alex sonrió.
Los días pasaban y él llegaba cada vez más seguido. Me encariñe tanto con él que prefería estar más veces con él que salir de fiesta a conocer chicos. No me importaba nada, estaba enamorada de alguien como él.
Fuimos novios durante mucho tiempo. Él mismo me llevó por primera vez al hospital donde visito a los niños. Fue genial conocerlos a todos. La pasábamos todo el día junto con los niños, el hospital y toda clase de noches juntos. Jess era mi mejor amiga, o alguna vez lo fue. Éramos inseparables. Yo la conocí a través de Joshua y era su mejor amigo así que juntas éramos inseparables. Hablaba de todo con ella y me enseñó las cosas más humildes que alguna vez conocí en mi vida. Me brindó lo que mi propia hermana jamás lo hizo. Un cariño y apoyo que siempre necesité.
Era perfecto, lo amaba demasiado….estaba completamente enamorada de él.
-Te amo –le susurré al oído. Habíamos cumplido dos años de estar juntos. Ya tenía quince años para ese entonces.
-Yo también -respondió sonriéndome con una sinceridad en sus ojos que solo me provocó besarlo.
-Deberíamos casarnos –bromeé- y quiero tener cuatro hijos. Que seamos una familia grande y unida –lo que nunca tuve con mis padres.
Y solo entonces su mirada me desbastó. Sus ojos que algunas me parecieron demasiado brillantes ahora me parecían que se habían apagado. Su sonrisa se terminó y la energía que transmitía felicidad estaba siendo apagada.
-¿Qué pasa? -pregunté inquieta llena de preocupación.
Él suspiró pesadamente.
-Te has preguntado cómo es que llegué a ese hospital.
-No –negué con mis ojos como platos. Lo tomé fuertemente de la mano.
Ni siquiera el estar sentados en las escaleras, afuera de mi casa me hizo sentirme descansada.
Sonrió débilmente, dedicándomela para que no me preocupara, pero solo acarició mi mejilla y cerró los ojos. Vi con mis propios ojos como una lágrima bajaba rápidamente por su mejilla. Me asusté.
-Tengo cáncer –respondió débil.
¡No! negué con mi cabeza precipitadamente. La vida no me podía quitar a esa persona fácilmente. ¡No! estaba furiosa, enojada. Busqué dentro de mi cabeza alguna opción que tuviera para buscar algo a su enfermedad pero no la tuve.
-Tiene que haber algo –sugerí asustada. Mis lágrimas estaban brotando junto con él
-Te amo –me dijo con una dulzura que me dejó quebrada.
Él era una de las personas que me enseñó lo que nunca vi en otras personas. Me enseñó lo bueno y lo malo. Lo que está bien y lo que está mal.
“Nunca te obsesiones con el dinero” recuerdo que me dijo eso un día “eso no te causa la felicidad”
La noticia llegó a mis oídos por la boca de mi amiga Jess quien estaba enojada conmigo.
-Joshua murió –gritó en llanto- por tu culpa.
Era devastador, simplemente no lo podía creer. Me paré afuera de mi casa, a la misma hora que me recogía para irnos al hospital. Lo estaba esperando pero nunca llegó. Me quedé toda la tarde mirando fijamente los carros pasar en busca de una pequeña esperanza.
No fui a su funeral temiendo que él llegara por mí afuera de mi casa.
-Alex ¿Qué demonios te pasa? –Preguntó mi hermana afuera de la casa- ya encontraras otro.
Eran palabras tan crueles y malvadas que alguna vez escuché. Encontrar a otro…no lo creo. Mi destino era estar con él, ahora que se ha ido ya no soy nada.
No comía, no dormía, no descansaba, no salía…..solo lloraba.
Varias veces intenté salir adelante, pero no pude.
-Maldito –grité fuertemente al espejo una noche en la que me encontraba sola- ¿Por qué me dejaste? –Lloré fuertemente- ya no soy nada.
Estaba furiosa, enojada, de que la vida me lo quitara de un modo tan cruel. Era como si el mundo deseara quitarme toda la felicidad que tenía.
Así que saqué a mi Alex interna que estaba guardada durante mucho tiempo. La que le gustaba hacer todo lo contrario a lo que decía Joshua.
Y así lo hice. Me arreglé lo mejor que pude para salir de antro y sentirme un objeto de satisfacción hacia los hombres. Aun sería mi primera vez ya que con Joshua jamás hubo contacto físico.
Me dejé llevar completamente. Mi cuerpo parecía estar volando a través de todos esos cuerpos bailando en la pista. Bailé seductoramente con muchos hombres. Enseguida supieron que venía a tener sexo. Mostraba un rostro que los volvía locos a todos. Mi hermana solo miraba sorprendida sin dejar de reír.
-Ya lo superó –les anunciaba a sus amigas orgullosa- era solo cuestión de divertirse.
Hoy cumplía mis dieciséis así que me atreví a todo. Está noche tendría sexo.
Me fui acercando hacia un chico demasiado atractivo y le mostré movimientos seductores que lo volvieron loco enseguida.
-Vámonos –le rogué al chico que había atrapado mojándome los labios algo provocativos.
-¿Alex? –Preguntó una voz algo familiar a mis espaldas- ¿Qué haces aquí?
Era Jess quien trataba de entender como era que había llegado aquí.
-Lárgate –la empujé estampándola hacia la pared. Llamé mucho la atención así que solo tomé de la mano al chico y lo llevé a las afueras donde se encontraba su carro. Comencé a desvestirlo con una desesperación que no pude más. Mi mente de una forma extraña trabajó todos los momentos y los valores que él mismo Joshua me enseñó.
Me solté en llanto.
-No puedo hacerlo –le grité al chico y me largué de ahí.
En cuanto llegué a mi casa lo primero que hice fue tomarme todas las pastillas que pude. Si él murió, yo también moriría”
Morir fue una palabra que a Tom le costó trabajo entender. Durante todo el lapso de tiempo que ella se tomó para contar su historia sintió como algo desgarraba por dentro su corazón, temiendo que todo lo que ella contara, se convirtiera en realidad y ella desapareciera de la nada.
Alex miraba fijamente el suelo y casi pensó que se había adentrado a sus pensamientos. A Tom le dolió verla de esa forma y solo pudo tomar su mano con fuerza y así entrelazarlas. Ella sonrió.
-Y aquí estas –sonrió Tom- sigues viva.
Ella volvió a sonreír mientras recordaba lo que había sucedido.
-Una persona que está completamente loca hubiera hecho lo mismo –tragó saliva- yo estaba demasiado loca y por eso tuve que buscar ayuda y la única persona que me podía ayudar era mi nana.
“Así que obligué a mis padres a que me dijeran donde vivía. Era demasiado pequeña cuando me sacaron de la casa y no recordaba muy bien las calles.
No tuvieron opción así que la obtuve y fui enseguida hacia la casa. Llegar a ese lugar, donde siempre había sido mi hogar fue bastante bueno. Me sentí llena de paz y calma. Lógico que al momento de vernos fue tan dramático como la pérdida de Joshua. Lloré con ella lo que nunca había hecho en donde supuestamente era mi hogar.
Me dio muchos consejos para seguir adelante.
-No precisamente tenemos que estar enamorados para ser feliz –me dijo siempre con una sonrisa- hay tantas cosas por las que podemos luchar y servir de algo en este mundo.
A Joshua le gustaba mucho servir en el hospital, pero cuando volví a ese lugar todos me tacharon por una zorra cualquiera. Jess había sido testigo y se encargo de que todos en el hospital lo supieran. Por eso me limito a llegar un día de la semana en la que la mayoría de los que creen cualquier chisme, descansan.
También me tomé la libertad de irme a varios lugares más donde también me sentí como en casa.
No dije palabra alguna cuando empaqué mis cosas para volver a donde verdaderamente era mi hogar. Pero justo antes de marcharme mi hermana me rogó para que no me fuera. No quería estar completamente sola..”
-Pero también está sola tu abuela ¿No? –interrumpió Tom al suponer que ella había tenido que elegir a su hermana.
-No –negó ella con una sonrisa. Luego de eso, sus ojos se dirigieron lentamente a su caballo- ella no está sola. Sarah encontró muy bien su lugar, a ella sí le agradó el hecho de estar viviendo bajo sus padres con mucho dinero. Pero no sería tan mala para dejarla completamente sola.
-¿Y tus padres?
-Mis padres viajan todo el tiempo, no sabemos en realidad cuando regresan. Normalmente llegan para descansar un día y luego vuelven a salir de viajes. A veces son semanas o meses.
-De veras lo siento –se lamentó Tom apretando fuertemente su mano- jamás pensé que te hubiera ocurrido algo así.
-Ni yo –se atrevió a decir con una sonrisa- yo tampoco esperaba volver encontrar el amor hacia otra persona.
Ambos intercambiaron una larga mirada y después de eso, un beso dejó la inquietud de un silencio amoroso.
Sabias que??? (*2) CAPITULO NUNCA ANTES VISTO
-
Bueno me gustaría poder redactar como hubiera sido el final de la historia
que apareció en mi cabeza desde un principio. Y antes de que puedan
preguntarse ...
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