Lizzi, con cierto enojo, siguió caminando de forma automática hasta encontrarse con algo nuevo y confuso.
-¡Aliz! –Exclamó sorprendida Lizzi deteniéndose bruscamente- ¿Qué haces aquí?
A lo que Aliz sonreía de oreja a oreja sentada cómodamente en uno de los sillones principales de la sala. Sus manos acariciaron el sillón hasta estirarlos completamente sin despegarlos de este, solo para demostrarle a Lizzi lo cómoda que se encontraba y lo feliz que estaba.
-Podemos hablar en privado –dijo Lizzi tratando de ocultar su enojo hacia ella- es urgente –recalcó enarcando las cejas mientras que con una mano señalaba la salida.
Aliz la miró confundida, pero aun así tomó su bolso que descansaba en el sillón pequeño junto a la televisión de plasma. A pesar del trabajo que le costaba asimilar las cosas a Aliz porque Lizzi presenciara una escena de esa manera. Eso jamás estuvo en sus planes, pero no podía ocultar la felicidad que le causaba saber que Bill era solo para ella.
-¿Qué es lo que haces? –preguntó Lizzi enfada aun sabiendo la respuesta- No puedo creer que de veras estés haciendo esto.
-No estoy haciendo nada malo –se excusó Aliz refunfuñada cruzándose de brazos evitando la mirada de su amiga- es absurdo que pienses mal.
-Estas seduciendo a Bill –casi pareció preguntarle, que al final pareció haber sido una confesión- tu eres la única que está feliz de que Neily se ha ido ¿No? Bill ha quedado solo –Lizzi aguardo unos momentos y la miró fijamente a los ojos- a no ser que.. –sus palabras quedaron al aire. Pronto sus ojos se pusieron de par en par y se calló de lo que estaba pensando.
-¿Qué? –preguntó Aliz fingiendo desinterés, cuando en realidad deseaba saber que era lo que estaba pasando por su mente.
Lizzi comenzó a caminar por círculos pensando en decir o no lo que pensaba. Aquello podría provocar un lio mayor y a la vez algo mejor. Una excusa perfecta para que Neily regresara. ¿Qué sería peor? ¿Decir lo que pensaba?
-Anda dilo –la impulsó Aliz casi suplicando-.
-A menos que seas tú quien haya convencido a Bill de que dejara a Neily –soltó rápidamente Lizzi como quien escupe o estornuda a la velocidad de la luz.
Lizzi esperaba por lo menos una respuesta seria por haber pensando de esa forma o por lo menos algo de seriedad.
Pero pasó todo lo contrario. Aliz se carcajeo hasta oírse a la casa de enfrente. Lizzi, avergonzada por la actitud extraña de su amiga la volvió a mirar, esperando una respuesta.
-¿Me crees capas? –le preguntó Aliz a Lizzi quien no paraba de verla. Para Aliz fue un chiste y más viniendo de su amiga- ¡Estás loca! –Exclamó sin perder la gracia-.
Lizzi, parada y algo avergonzada por recordar lo que le dijo a Aliz. Estaba algo arrepentida por haber pensado de esa forma. Se sentía humillada frente a miles de personas. Y más por la ropa en la que se sentía atrapada.
Optó por irse a su casa.
******
-Algo más en lo que pueda ayudarle –dijo la cajera quien lucía horriblemente apagada. Su rostro ya carecía de arrugas, los lentes parecían antiguos y el cabello estaba reseco con puntas abiertas y lo más asqueroso de todo es que apestaba.
-No –respondió Tom con mucho esfuerzo intentando no respirar.
Como suele suceder, la cajera lo atendió lentamente así como a la hora de dar el cambio y una bolsa para empacar las miles de golosinas que Tom había comprobado.
-Gracias –agradeció Tom casi saliendo por la puerta. No corrió por vergüenza, pero caminó rápidamente hasta llegar al automóvil.
El llegar a la “carcacha” fue como el paraíso. Por primera vez en su vida agradecía estar dentro de ella y no lidiar con la cajera. Había muchas cosas peores que la “carcacha”. Por supuesto que a Tom no le sorprendía que la cajera tuviera ese tipo de presentaciones, ese lugar parecía estar abandonado y estaba muy desolado.
Pero a pesar de todas las respiraciones que hizo Tom y los gestos ridículos que hacía Tom, nada pareció llamarle la atención a Alex. Estaba contemplando mirando al frente sin prestar la mínima atención a Tom.
-¿Y a ti que te sucede? –Preguntó curioso Tom mientras sacaba de la bolsa todas las golosinas que había comprado-.
-Lo que acaba de pasar… –dijo Alex con dificultad. Apretó los labios varias veces pero le costaba trabajo decirlo- no quiere decir que seamos –casi pareció vomitar lo que estaba a punto de decir- amigos –aclaró con timidez-.
-No entiendo, a que te refieres con “lo que acaba de pasar” –dijo Tom sin perder aquella sonrisa.
-Olvídalo –sacudió su cabeza- pero que quede claro que no somos amigos, simplemente conocidos.
A pesar de lo extraño que esto la parecía, aceptó. Movió la cabeza de arriba abajo riendo a carcajadas. Las preguntas de Tom volvieron a cesar. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué de repente intentaba agradarle y a los pocos minutos ya lo detestaba? Solo había algo muy claro en los pensamientos de Tom. “Mujeres” resonó fuerte sin importar que Alex lo escuchara, a lo que ella simplemente sonrió intentando encender la camioneta.
*****
A pesar de las horas continuas bajo la “carcacha” nada en Tom provocaba un pensamiento acerca de Alex. Para él todas las chicas eran iguales y se refería al modo del que ni ellas mismas se entendían. Durante todo el camino la pasó comiendo golosinas. Alex rechazo una de los gomitas que le ofrecía Tom, aun cuando Tom le recalcó “que solo eran amigos” a lo que ella solo había soltado una carcajada.Sorpresivamente, Alex se detuvo en un lugar indiferente. Era una casa enorme y había un titulo enorme donde decía “Caridad: da sin recibir y Dios te lo agradecerá” le pareció estúpido el titulo a Tom, pero fue ahí donde Alex caminaba a toda prisa. Tom la siguió.
Estaba la puerta abierta, y ellos entraron sin estar muy seguro Tom de volver a hacer lo correcto aunque esta vez se sentía algo más seguro.
La fachada de la casa era de un color beige combinado con naranja a los alrededores. Adentro parecía haber miles de macetas en cada una de las esquinad. Era un enorme patio, el sol se asomaba por todo aquel lugar. A Tom se le a figuró como una cuadrado enorme, en cada lado habían 4 puertas, todas ellas de madera antigua y tallada con un color café oscuro. Pero solo un lado era indiferente a los demás, pues esta tenía una entrada abierta donde daba hacia un pasillo largo. La siguió sin detenerse a pesar de que Tom le daba curiosidad de saber qué había detrás de esas puertas.
Pasando el pasillo se encontró con otro pequeño patio, estaba idéntico al otro con la única diferencia del tamaño y las puertas. Este patio solo tenía una puerta y se encontraba al lado derecho. Giramos en torno a esa puerta donde Tom se encontró con varias personas empacando bolsas, comida enlatada, paquetes de diferentes tamaños y colores. Y por supuesto, no faltaron los gritos en aquella habitación.
-Ayúdanos a empacar por favor –le pidió Alex a Tom quien después de todo el camino se atrevió a mirarlo a los ojos- es lo único que te pediré.
Tom la miró a los ojos sin saber muy bien qué hacer. Echo un vistazo a su alrededor y solo se trataba de empacar. A pesar de no estar muy seguro, ambos sabían la respuesta. Tom accedió con dificultad intentando asimilar las cosas. De una forma u otra, Alex lo jaló con brusquedad sin darse cuenta de que le estaba tomando la mano a Tom. Pero ella no pareció darse cuenta. Aunque para Tom fue algo inesperado y sintió como una chispa de calor comenzó a descender desde su mano hasta su cuerpo entero.
Sintió muchísimo calor pero aun así intentó mantenerse en forma y fingir que nada pasaba. Pero fingir eso, era como comer comida asquerosa y repugnante y decir “que rico” cuando lo que quieres es vomitar. Esa era la situación de Tom, pero los síntomas cambiaban mientras más estaban tomados de la mano. Ahora era un cosquilleo en el estomago casi parecido al mareo y la frente ya estaba sudando.
Al no resistir más, la apretó con fuerza para que esta se percatara de la situación. Aunque un miedo mayor lo invadió. Si aquella aun lo siguiera tomándolo de la mano adrede, su mundo se le caería encima y llegaría al punto extremo de los nervios que siente en un concierto o mucho peor.
Pero ella volteó con cara de “y ahora que es lo que quieres” pero al ver el rostro colorado de Tom señalando con la otra mano sus “entrelazados dedos” no pudo evitar soltarlo sintiendo mucha vergüenza. Respiró hondo antes de disculparse y se dirigió de nuevo -erguida y con la frente en alto como si nada hubiese pasado- continuando el recorrido del trabajo que a Tom le esperaba.
Se sentía algo mareado aunque intentaba ignorarlo. Pensar que una estupidez como tal podría volverlo loco. Sin duda si alguien se lo hubiese contado se hubiera reído a carcajadas.
Había vistos tantas historias que reaccionaban de la peor forma y muy cursis, eso no podía ocurrirle a él “no a mí” confirmó antes de mirar a toda aquella gente que cargaba lleno de costales con alimento adentro. No todos contenían lo mismo, unos contenían pastas para hacer sopas, otras lentejas, arroz, y otro tipo de alimento que Tom desconocía.
-Necesito que me ayudes a empacar –se plantó frente a él tratando de parecer desapercibida por el vergonzoso momento- todos deben de tener la misma proporción ¿Podrías ayudarme?
Pero Tom no pudo tener la oportunidad de preguntar, puesto que ella ya le estaba dando la espalda para marcharse. Era lógico que no le importara saber su respuesta puesto que sabía que al final de cuentas lo haría.
Tom negó con su cabeza resignado y dio unos leves pasos hacia uno de los tipos que se encontraban sentados llenando bolsas con los costales llenos de comida.
-Allá –le dijo un tipo a Tom quien este solo estaba dando vueltas al no saber que hacer. El tipo de se levanto de donde estaba y se dirigió hacia Tom sin parar de reír- allá hay un costal, puedes tomar uno y llenar las cincuenta bolsas que te esperan.
Sin duda a Tom se le vinieron centenares de preguntas. Si esto fuese un trabajo y no le pagaran sería de lo más injusto. Después de todo, este había sido uno de los trabajos más extraños que había presenciado, había conocidos unos pero ninguno le llegaba como esto. ¿Dónde iría todo esto? Seguro lo venderían, pensaba Tom mientras abría el costal de un costado. Buen negocio sería este, comprar a proporciones para venderlo en pequeñas cantidades a precios mayores. Malditos injusto, se quejó al mismo tiempo de que era más difícil de lo que pensaba. Colocar el alimento dentro de lo bolsa no era trabajo fácil, pero aquellos tipos lo hacía parecer sencillo. Incluso casi podía escuchar los pensamientos de aquellos, burlándose a carcajadas y diciendo “pobre inútil” se sintió mal pero aun así intentó no pensar mucho en aquello.
*******
La tarde la pasó lenta y pesada. Podía sentir el sudor de su frente caer bajo su mejilla. Las manos le dolían y pulsaban cada segunda, casi al ritmo del corazón. Su espalda –después de estar tanto tiempo sentado en una posición cansada pero más fácil para hacer ese trabajo- comenzaba a dolerle.
Se estiró sin mostrar un gesto de dolor en su rostro. Con una mano, intento limpiarse el sudor de la frente y miro a sus alrededores. Solo faltaba él por terminar, 25 costales eran suficiente para los demás, pero para Tom eran demasiados.
Faltaba muy poco para que el último costal se acabara. Con mucho esfuerzo, mientras en su mente se repetía “es lo último, es lo último” acabó con el costal. Volvió a limpiarse el sudor de su frente y se lanzó a la ventana más cercana para darse un respiro, realmente lo necesitaba.
-Bien hecho Tom –felicitó Alex sin mostrar una pizca de alegría.
Tom la despreció aun más. Como podía hacerle eso a él, como solo podía decirle esas frías palabras después de todo lo que hizo. Un trabajo muy mal pagado, un trabajo donde ella saldrá beneficiadora de todo el dinero que salga de esto y lo peor de todo….gratis.
Tom, quien trató de respirar, no solo porque lo necesitara, sino por que trataba de calmarse para no tener que provocar una discusión con ella. Lo mejor sería que no hablaran, una palabra que saliera de ella misma y arruinaría todo su “autocontrol” en estos momentos solo podía decir que la odiaba.
Se alejó dando zancadas y con un pequeño empujón a Alex cuando trató de salir. Aun así ella no dijo nada.
Ella, siguió a paso lento mientras se encaminaba al auto, donde Tom la esperaba. Lo miró fijamente con seriedad, enseguida ella se dio cuenta de que Tom estaba molesto. Pero prefirió dejar las cosas así y no lidiar con él. Aunque por dentro deseaba saber sus motivos, pero respetó la decisión y optó por saberlo por él y cuando él lo deseé.
-No es justo –articuló Tom con dificultad cuando Alex arrancó la carcacha-.
-¿Qué?
-Que no me parece justo –se quejó Tom cruzándose de brazos al no poder decírselo ahora que se sentía un poco más calmado.
-Explícate- lo obligó
-Trabajar gratis, no me parece justo y que recibo a cambio –hizo una pausa y luego enfrentó el rostro de Alex quien no parecía mostrar emoción o sentimiento alguno, su rostro parecía estar en blanco.
-¿Qué es lo que querías? –preguntó aun sin mostrar pista alguna como se sentía. Su rostro no decía nada- ¿Dinero?
-No –titubeó.
-¿Entonces? Supuse que no querrías dinero, es lo que menos te hace falta.
-Yo me gano ese dinero y de una manera mucho mejor.
-¿De eso se trata? –levantó una ceja sin mirarlo.
-No –negó rápidamente- solo intentó saber –se detuvo otro instante agarrándose fuertemente del asiento. Su odio parecía estar creciendo- ¿Por qué hacemos esto?
Alex, quien leyó en sus ojos algo que no se esperaba, algo con lo que nunca creyó ver en él, sinceridad, sonrió.
“Te mostraré” le dijo al poco rato y continuo manejando.
Eran bastantes las sorpresas que ella siempre le tendían a Tom, algunas motivadores, otras muy secretas y muy pesadas. Ahora no le daba miedo saber que era lo que le esperaba de nuevo a él. Se resignó suspirando fuertemente y dejando caer entre sus manos su debilidad. Por un momento decidió llevarse al rumbo donde no había salidas.
Sin percatarse del lugar de donde se encontraban ahora, bajaron del auto. Parecía ser un rancho, tierra, chozas acabadas hechas con mantas, cobijas y cartón. Apestaba el lugar pero no entendían muy bien que era lo que estaba haciendo ahí.
-Te presento a mi mundo pequeño- dijo Alex mientras su mirada se deleitaba en aquel lugar horrible. Pero en sus ojos, podía verse el brillo de lo que sentía por aquel lugar.
Después de lo que vio Tom a los pocos segundos, jamás creyó que todo lo que había hecho durante la tarde, diera un sentido extraño y que ahora sonriera por pensar que todo lo que había hecho “habían valido la pena”
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