Después de eso, no pudo mirarla a la cara. Sintió vergüenza de él mismo por su estúpido comportamiento. Recordar las palabras que le dijo no le era tan fácil y más ahora que le parecía tan absurdo “Quizás ella pensaba de mí un idiota”
-¿Por qué te disculpas? –preguntó con indiferencia. Ni siquiera el manejar le ampliaba una sonrisa.
¿Acaso se estaba burlando? Después de vivir aquello tan horrible y algo que lo hizo pensar más en valorar lo que tiene, todavía le estaba sumando una horrible pesa en su pecho.
-Por lo que dije –contestó refunfuñado Tom, mientras se cruzaba de brazos. Ansió aire y bajó el vidrió con mucha fuerza pero solo logro bajarse hasta la mitad ya que había atorado “maldita carcacha” se quejó Tom por dentro.
Alex asintió con lentitud, o al menos eso creyó mirar Tom quien trataba de evitar su mirada. Ya no le empezaba a gustar su seriedad tan fría. ¿Quién entiende a las mujeres? Bufó Tom en su mente “unas veces están felices y otras enojadas”
-Yo también quiero disculparme –dijo Alex después de una larga pausa. Tom se sorprendió por aquellas palabras ¿Por qué se disculparía? De pronto agradeció que un camión cercas de ellos estuviera a centímetros de la carcacha, el corazón de Tom no paraba de latir con fuerza y eso hizo que Tom se molestara por aquella reacción nueva.
-No te dije antes lo que haríamos –continuó Alex- temía que si te lo decía no estuvieras ayudándome.
-Me lo hubieras dicho –confesó Tom intentando bajar su enojo, su corazón latió con fuerza- quizás si te hubiera ayudado.
-No lo sé –dudó Alex- no te conozco muy bien. Al principio creí que te conocía, me bastó con leer noticias llamativas tuyas para juzgarte, pero hoy hiciste algo que me bastó para equivocarme. Te juzgué por la apariencia y eso está mal.
Tom se quedó callado. Sus palabras fueron tan dulces como la miel. No pudo evitar su mirada, estaba cegado a ella y su enojo ya había desaparecido, no porque su corazón dejara de latir, sino por aquellas palabras. ¿Acaso estaban haciendo las paces?
-Maldita sea –se quejó Tom echando su mirada al asiento. Varias veces intentó tomar la respiración. ¿Por qué hacer las paces con ella? “La odio, la odio” repitió Tom en su mente.
-¿Qué pasa? –preguntó Alex quien en su rostro por fin hubo curiosidad. Ella lo miró preocupada, sacudiendo su hombro con una respuesta.
-No pasa nada –calmó Tom a Alex- pero… -sus palabras quedaron al aire. ¿Qué se supone que tenía que decir ahora?
Ni siquiera el roce del aire perfeccionaba una nueva amistad, ni siquiera la luz más brillante brindo la nueva amistad, nada más que ellos. Estas sensaciones, que fueron más que nuevas para Tom le provocaron un malestar terrible en el estomago. Su mente, que ahora la necesitaba más que nunca, estaba llena de “nada” vacía, hueca. Todo lo malo tenía que pasar algún día, suspiro Tom para sí.
-Amigos –articuló Tom casi pareciendo como una pregunta, a pesar de ser lo único que se le había ocurrido en esos momentos y de lo estúpido que le había parecido pero era para no hacer que el silencio los hiciera sentir incómodos.
Ella sonrió de oreja a oreja mirándolo fijamente “amigos” dijo finalmente muy contenta.
El camino fue algo inesperado tanto para Tom como a Alex. Ambos estaban riendo, contando anécdotas graciosas, cosas malas, acerca de los conciertos que Tom había experimentado, acerca de los maravillosos encuentros con los niños que no tenían hogares, de las cosas que tenían en común y de todo lo maravilloso que era hacer lo que más les gustaba.
Su camino había terminado y Tom jamás creyó que eso fuera a desilusionarlo. Su camioneta estacionada frente a la casa de Mina no era más que lo común para él. Al no saber cómo despedirse ante ella y como interrumpir el horrible silencio que los había invadido cuando la “carcacha” se había pagado intento una despedida rápida y sencilla. Un beso en la mejilla.
Un beso que Tom jamás lo creyera como algo maravilloso. Un beso que le fue más que especial.
De pronto se alejo de ella, temiendo que escuchara su corazón latir con fuerza.
-Nos vemos… mañana –titubeó Tom y vaciló con ella al querer salir de la carcacha –hasta luego –volvió a decir torpemente.
-¿Vendrás mañana después de lo que hoy te hice pasar? –se burló Alex mientras volvía a encender la camioneta.
-Valió la pena –dijo Tom antes de cerrar la puerta. Ella accedió con la cabeza satisfecha por su respuesta y al final se marchó. Miro muy detenidamente el final de un encuentro muy extraño aunque deseo saber a dónde iba. Intentó dirigirse a su camioneta algo norteado y recordar todo lo que había vivido en un día. “Fue genial” admitió después de que el motor de su camioneta encendiera listo para abordar a la vida real que le esperaba en casa.
******
-Estoy en casa –avisó Tom casi gritando, a pesar de que sabía que nadie lo tomaría en cuenta, aun así le gustaba sentirse en casa.
-¿Cómo te fue? –intervino Bill quien leía una revista sentado bajo la luz de la lámpara más grande junto al sillón pequeño en la sala. El sitio perfecto donde a Bill le gustaba leer.
-Bien –respondió abreviando su episodio de hoy. No tenía muchas ganas de contar lo que le había sucedido- mañana te cuento.
-Ya aparecieron nuevas fotos –le avisó Bill de reojo, haciendo pasar de que aun seguía mirando la revista- aunque solo aparecen fotos donde entras a una camioneta de una chica. ¿La besaste?
-¿Qué? –Se sorprendió Tom asqueado- no haría eso jamás.
No le sorprendía que su hermano fuera directo al grano, de saber que deseaba otra cosa, anduviera vagando por la mente de Tom.
Bill se precipitó a bajar su revista de su cara para mirar a Tom fijamente, quien estaba a punto de subir por las escaleras.
-Espera –dijo divertido Bill- puedes repetir lo que acabas de decir.
Tom más que nadie estaba confundido. Intentó recordar sus últimas palabras y no le encontró ningún tono divertido. Aun así, confundido, volvió a decírselo “No haría eso jamás”
Bill carcajeó hasta el borde de detenerse hasta en la pared. Tom, quien seguía más confundido que antes, miró a sus alrededores a pesar de que la idea de que fuera otra cosa que lo hiciese reír le pareciera absurda.
-¿Qué demonios te pasa Bill? –obligó Tom quien estaba furioso.
-No te hagas el idiota –contestó Bill tratando de no reír más, pero le era algo imposible- aunque me cueste trabajo –continuó Bill sonriendo –estás enamorado –declaró con felicidad Bill quien era ahora él que esperaba una respuesta por parte de Tom.
Pero la simple palabra de “enamorado” decía más que mil palabras. Pero sobre todo, significaba algo al borde de todo lo extraño que le había ocurrido. Sin duda alguna, esto le ganaba a todas las anomalías que le habían sucedido el día de hoy.
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